viernes, octubre 14, 2005

No más zumos de naranja falsos para entretenernos

Hay tristeza y vaciedad en el ambiente. En Latinoamérica. Y en Europa. Especialmente entre los jóvenes. En los mayores, desencanto y depresión. Más: Michel Mafessoli, el profeta del fenómeno de las tribus urbanas publica, en Flammarion,
La part du diable, donde se plantea la vida y un mundo inspirados en lo maldito: salvajismo, animalidad, lo funerario y macabro. ¿Exageración francesa?. Debemos saber: sólo así podemos crear, gestionar y comunicar en cultura. Aunque me ponga los pelitos blancos de mi cabeza locos: acierta con frecuencia. Un dato, como ejemplo: un millón de televidentes sintonizaron el Channel 4 británico para ver el documental sobre arte chino que incluía fotos de un artista mordiendo a un recién nacido muerto e imágenes de otros que bebían una copa de vino en la que flotaba un pene amputado. ¿Arte?. Soy contundente: ¡barbarie!.
Tal vez la última novela de Foster Vallace que acabo de leer,
La broma infinita, sea una foto menos hiriente y más de ahora, del mundo actual. Y del de la cultura en particular, donde la industria del entretenimiento ocupa casi todo el espacio, creando adicción: todo debe ser hoy consolación, soluciones cómodas y fáciles de autoayuda estúpida, sin exigir mucho. Y pagando religiosamente. Todo espectáculo.
Cuando era pequeño –recuerdo sorbiendo el zumo de naranja artificial-, me contaban que había tres enemigos mortales del alma: el mundo, el tentador y la carne. He aprendido que pueden convertirse en amigos cómplices. Pero estoy convencido de que hay tres enemigos para la cultura actual: las franquicias o el todo es igual y desactivado para la monotonía del bostezo vital, la parquetematización o
el no piense y deje que le guiemos, querido, y la diversión del entretenimiento estúpido. Este libro les planta batalla. Ésta es la industria del entretenimiento –y no de la cultura- la que en cine, televisión, literatura o artes varias lo centra todo en los beneficios económicos. Ideas y cosas, pues, planchadas: no se esfuerce, no se enfrente con su vida, con sus interrogantes, con sus puntos negros o ambiguos, deje que la soledad esencial le carcoma, que el consumo le hará feliz. Ignórelo todo, déjese distraer brevemente. Cuélguese de nosotros: compre. Y obedezca. Nada, en este tipo de diversión cuestiona certezas rutinarias de una vida personal y común –ciudadana y mundial- dócil, de tiempos de plomo, con fundamentalismos pornográficos, con desigualdades intolerables, con descontrol nuclear, con xenofobias, con contaminación mortal, con hambre y sed sin piedad. Con escasez de conciencia crítica y acción para el avance de lo humano. Con guerras atroces para el botín del petróleo. Nada dice ni aporta por unos tiempos que desprecian la vida y sólo aman al dios de las ganancias económicas sin límites. Y la diosa de las apariencias y los engaños. Tiempos difíciles. Que nos piden, a los de la cultura, un plus de conciencia, de sentido, de propuestas y apuestas con nervio. Para estar ahí. No montando otra exposición, otro concierto, otro museo, otra obra de teatro, otro festival, otro… Ya no. Es la monotonía del arte por el arte: puro escándalo, ombliguismo narciso, delito contra la ciudadanía que anda perpleja, pasiva, buscando en la tiniebla de la desorientación y el silencio. Ávida de vida y mundo mejores. Ya. Sin más plazos. Sin más distracciones. Sin más vacío. Ciudadanos vivos que no encuentran, en la gran mayoría de organizaciones de la cultura, vitalidad de horizonte para su vida y su mundo. No encuentran relámpago, chispazo, poesía, para el cada día de sus vidas.
Nada aquí tiene magia: sentido. Todo es como el zumo de naranja: insípido. Falso. Y preocupante: puede llegar a gustarme por encima del recién exprimido. Tengo un amigo que las únicas sopas que toma son las Campbell. Pobre. ¡Y es profesor de estética!. Pero mis amigos son, siempre, algo raros: lo normal me aburre”.

(Toni Puig, “Se acabó la diversión. Ideas y gestión para la cultura que crea y sostiene ciudadanía”, Capítulo 0, págs. 14/15, Paidós, Buenos Aires, 2004)